Prologo I: El niño y la baranda
No hay nada más nefasto que terminar en este centro comercial luego de que tu plan de final de la tarde se frustrara, y por tu propia culpa, además; voy allí tan sólo para no volver a casa tan rápido y para comer algo. Al recorrerlo, y a pesar de mi acostumbrado ensimismamiento, no puedo evitar ver a un niño muy pequeño pegado a una baranda (y vale que estamos en un nivel alto)…está ahí solo, me acerco y noto que todos caminan a su alrededor sin notarle, mientras el pobre aún no puede ni articular una palabra. Sus padres no están, es obvio, y el atemorizado bebe no se despega de la baranda, como las cámaras de TV de aquellas barras de hierro del CNE. Luego de unos 5 minutos, una pareja en sus 20s aparece, pálidos como Edward Cullen y con expresiones de desconcierto…el bebe se separo de ellos y tardaron todo este tiempo en notarlo.
Prologo II: La duda y la pregunta
El fastidio de seguirte pensando es sólo superado por lo molesto de no poder dejar de hacerlo. A veces temo buscarte porque no quiero encontrarme con tu temor hacia a mí, porque tal vez te es complicado enfrentar esto y capaz no entiendes lo que pasa, porque te admiro y te respeto ante todo. Dudo y dudo sobre lo que aquí pasa, pero estoy seguro que nuestras preguntas se responden cuando logramos coincidir y aunque sea por unos pocos segundos, nuestras miradas se cruzan en complicidad y comprensión…tal vez por eso, y aunque estés con otro aparente interés, tus ojos parecen estar buscando los míos; estos fracasan al buscar evitarte y así protegerme en una fingida indiferencia. Lo descabellado de todo hacen que una y otra vez me formule, responda, argumente y contra argumente una pregunta: ¿Será todo una confusión autocomplaciente de mi parte o simplemente somos desafortunadas víctimas del hecho de que sigues negándote?
Prologo III: La Propaganda de la Hora Pico
Salir del trabajo a las 4:30 es una especie de bendición cuando no tienes carro y tu oficina está relativamente cerca del Metro: Si te apuras, puedes llegar a la estación, evitar la hora pico y abordar la otrora “solución para Caracas” con menos congestión que el resto de los pobres mortales. He aprendido esto, y hoy quise salir rápidamente…me despido y antes de comenzar la caminata, me instalo mi gran señal de no molestar 2.0: Los audífonos. Así, en medio algunos otros afortunados que también van ya a casa, estoy en el tiempo perfecto para abordar al andén a punto de congestionarse. Justo cuando casi llego, en medio del clímax de la canción J-Pop que tengo pegada, se me atraviesa uno de estos nuevos predicadores militantes que reparte “la palabra del Señor” impresa en papel azul con letras en amarillo chillón…al rechazar el folleto, el mensajero se molesta, me ve con desprecio y me grita “¡Abandona el Pecado! ¡Descubre la Verdad de Cristo!”. Sigo indiferente, pero pienso: ¿Es que acaso usted me conoce y puede juzgarme porque conoce una versión de la “Verdad”? ¿Qué tal si me deja vivir y como yo, hace el difícil intento de soportar el hecho de que convive con gente que no piensa o cree como usted?
La pareja joven parece presa de su irresponsabilidad al tener un hijo antes de tiempo, o tal vez de la tía metiche que el día de la boda siempre pregunta “ayyy…¿y cuando encargan?; de una manera o de otra, parecen no estar muy capacitados para criar plenamente a un niño. Los otros dos, pueden ser víctimas de muchas cosas; capaz el uno vive en negación porque no puede creer que esta sintiendo distinto a lo que le enseñaron, o capaz el otro no ha aprendido aquello de vivir y crecer tranquilo en soledad, y por eso la confusión en medio de una gran nada. Del resto, hablar de los conflictos y exclusiones por culpa de las religiones, ya es casi un pleonasmo argumentativo.
Lo cierto en todas las historias, y en general, en nuestra historia como sociedad, es que aquello de vivir en verdadera Libertad sigue siendo una utopía. Falta respeto por la diversidad, por aceptar los tiempos y elecciones de cada quién, por aceptar que hay más de una forma de vivir y de sentir sin alejarse de la moral y la convivencia…no hemos aceptado que nadie en la Creación ha sido dueño de La Verdad, ni tampoco lo será. Si algún día logramos evolucionar y alcanzamos a entender esto, capaz seremos realmente libres; mientras no seamos capaces, no importa con o sin Chávez, con o sin Mubarak, “Libertad” no será más que una palabra bonita e idealizada.
La raiz de la Libertad eres tu mismo; es tarea de cada quién vivir descubriendose y en base a lo que realmente quiere, y no en base a lo que la sociedad, tu familia o la religión donde caiste, esperan...y siempre respetando que quienes estan a tu alrededor también son libres y están en esa misma búsqueda.
Deberiamos aprender a vivir los que se casan y los que ni siquiera quieren casarse sin compadecernos los unos de los otros; lo importante es que los que sigan el esquema de la casita feliz, lo hagan porque realmente tienen vocación y las ganas de hacerlo. Otros deben a aprender a ser lo que realmente son. Otros a vivir y crecer consigo mismos, tal vez por un rato, tal vez indefinidamente, sin empujar a nadie hacia sus problemas. Los venezolanos a vivir con sus diferencias políticas. Y tristemente, muchos debemos aprender que el concepto que tenemos de la vida, la moral, la ética y sobre todo, la “Verdad” no es la de todos y no se la debemos imponer a otros… y que muchas veces, todo eso no está condicionado a cómo concebimos a La Divinidad.
Uno vive y se equivoca, y a veces vuelve a equivocarse con lo mismo varias veces. Pero si algo he aprendido, es que al menos para mí ese es el sentido de la vida: El descubrir día tras día mi razón de ser, el buscar constantemente formas de crecer en todos los sentidos, y de tratar (si, tratar) de convivir con mi entorno, que a veces está lleno de gente diametralmente distinta a mí. No pretendo dármelas de gurú, pero capaz si seguimos en ese “tratar” de convivir en base a aquellos mínimos Kantianos, probablemente alcancemos la Libertad que tanto pedimos, pero que al final nadie tiene realmente.
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